Aurora
Por César Alberto Benavides Maruri Bajo la aurora, un pingüino contemplaba la fría lejanía. De pronto, sobre la superficie del mar percibió algo desconocido para él, algo que se acercaba poco a poco, conducido por el capricho de las aguas. Aquella mole chocó contra el duro hielo donde él se encontraba. Era un tiburón, un tiburón exánime que había sido arrastrado hasta la punta del planeta. El pingüino estaba atónito; no sabía lo que era aquella mole. Lleno de curiosidad, se dispuso a hacer lo que cualquier otro miembro de su especie habría considerado imposible, una locura: sacar aquel animal del agua. Muy pronto, se dio cuenta de que era más grande de lo que pensaba, pues la superficie dejaba ver tan sólo una parte de ese majestuoso rey. La faena le resultó tan difícil al pingüino que mientras la efectuaba sintió que intentaba sacar un iceberg, cuya punta representa una mínima parte -pequeñísima, de hecho- del inmenso cuerpo que lo mantiene en pie. Pese a ello, lo consiguió, lo arr